"No os afaneis por la posaesión del oro" - dice el Maestro.
La posesión consume aquel que la retiene.
"Mi reino no es de este mundo" - explicó el Señor.
En razón de tales lecciones es que Jesús, a pesar de no encontrar
entre los compañeros quien se identificase con su mensaje
de amor, amó y sirvió a todos indistintamente y cuando, más tarde,
sufrió el desprecio de los que más se beneficiaban con su presencia,
expulsado de la comprensión de los que de El dependían,
en el vocerío de la persecusión, en inusitada soledad, se mantuvo sereno, bendiciendo a los infelices y amando a los propios verdugos en la más eminente demostración de que la serenidad con paz íntima, es conquista del espíritu, independiente de las exentricidades de mundo de las formas.
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